Es una fruta comestible endémica de los trópicos de América Central y del norte de Sudamérica y se creía tradicionalmente que reducía el envejecimiento prematuro y eliminaba las células muertas de la piel. Los mayas la llamaban el "árbol de la vida" y la utilizaban para curar las erupciones de la piel y otras afecciones cutáneas. Por su lado, los aztecas la usaban para tratar las quemaduras de sol.